Yo voy a verte, y voy a lloverte. Pero no en forma de llovizna, no. Voy a lloverte a mares. Sí,a ti. Y tocaré tu piel y resbalaré suavemente por ella. Te caeré en el pelo, haciéndote un (des)peinado nuevo. Recorreré tus mejillas hasta tus labios, donde me entretendré toda la eternidad.
Voy a lloverte, y te voy a dar besos en forma de gotas: uno a uno, incesantes, sin parar, rompiendo minúscula y brevísimamente tu calma. Y lo harán para siempre, pues, aunque te disturben, cada pequeña gota, cada gran beso, te alimentará y te nutrirá. Cada una de estas gotas, cada uno de estos besos, interrumpirá tu calma, trayendo consigo lo mismo que los demás, pero de una forma nueva, original, inigualable, irrepetible. Cada una de esas gotas, cada uno de esos besos, por muy grande o pequeño que sea, alterará el lugar exacto donde caiga, alterará tu todo. Cada una de esas gotas, cada uno de esos besos, acariciará de la superficie mansa y tersa de tu piel de un modo suavemente feroz. Cada una de esas gotas será incontrolable, y no sabrás dónde caerá. Porque te caeré encima sin avisar, como una tormenta, dejándote tan mojada que sólo querrás correr.
Voy a lloverte. Y te cogerá por sorpresa. No habrá pronóstico que me vea venir. No habrá nubes negras en las que prever. No habrá nadie que te avise.
Y si aún te lo estás preguntando, ya te digo yo que sí: va a llover sobre mojado.
Voy a lloverte de día y de noche. Y me dará igual si llevas paraguas. Y no me importará que no sea abril. Yo voy a besarte. Yo voy a lloverte.