miércoles, 24 de enero de 2007

Te silbaré

Es domingo, por la tarde. Ha llegado el momento. Desde el viernes pensando en él, y ya ha llegado, tan pronto. No he hecho ni la mitad de las cosas que quería, ¡ni una cuarta parte! He hecho la maleta, y me he desplazado hasta la estación. De nuevo mi cara, vestida e iluminada con la sonrisa que sólo te dibuja el amor, se torna gris, apagada, inerte, como sólo la tristeza puede hacértelo. Dejo tus ojos al Sol y la Luna, tu pelo al viento, a tus ropas tu cuerpo, a tus zapatitos tus pies, y tu calor... ¿de quién será ahora tu calor, cuándo ya me he ido? El reloj corre, como nunca jamás lo había hecho, y nuestra despedida, tan cariñosa como se nos es permitida, es muy veloz, casi instantánea. Ni siquiera he podido leerte lo que te había escrito. De nuevo pasaré horas sin ti, horas que ya no volverán, que ya no podremos compartir. Y me enfurece esa idea, tanto que sólo quiero ser libre como lo es un pájaro, y llegar a tu nido, aunque sólo sea para silbarte, pero silbarte mirándote a los ojos. Silbarte mientras rozas mis alas. Silbarte mientras vuelas conmigo. Silbarte "te quiero", porque son las palabras que se me escapan, las que me salen y las que tengo ganas de decirte.

Algo más está silbando, que nos interrumpe el vuelo...Es el tren, que reclama mi presencia. Me ha encantado nuestro vuelo, dos segundos apenas, el tiempo de confesarme. He de partir mi amor, aún sabiendo que más y más horas se nos quedarán en el cajón para siempre. Para nunca.

Pero tú tranquila, te silbaré desde el tren, cada vez más lejos. Te silbaré desde el cielo, cada vez más infinito. Te silbaré desde la distancia, cada vez más aterradora y sanguinaria. Y cuando menos los esperes, te silbaré en tu nido, cálido y seguro. Y volaremos, claro que sí.

Claro que sí.