viernes, 30 de marzo de 2007

Dudas

Dudo que realmente existas, porque si te pienso, me hablas, me miras, me mimas, sonríes, nos acariciamos, me abrazas, me besas, te siento, me sientes, parezco estar perdido en un sueño. Así que, por si acaso, no me despiertes todavía. Déjame soñar contigo.

domingo, 25 de marzo de 2007

La espera desespera...

Yo lo estaba esperando, lo necesitaba, pero parecía que nunca iba a mostrarse. Ni siquiera hubo ademanes. Ni uno. Y yo, inmóvil, aguardando. Nunca una espera fue tan intensa.

Cada segundo que pasaba eran toneladas en mi espalda. ¡Ahora te entiendo Atlas! Interminable, agobiante, desesperante. Yo miraba, buscaba, pero no hallaba. No me podía estar quieto, moviéndome de un lado a otro por la casa; del salón al cuarto de baño, a la cocina, al salón otra vez, pongo la radio, pero ni siquiera una estrofa de aquella canción. Los diferentes canales de televisión me muestran lo mismo, y sólo los veo dos segundos. Al cabo de veinte, he repasado todo el mando a distancia. Me siento, me pongo de pie, me tiro en el sofá. Miro el reloj, y qué poco tiempo ha pasado entre todo esto.

La espera desespera...

Mi viaje al mundo de la enajenación es cada vez más duradero; mi billete parece ser sólo de ida, y se antoja largo y nada agradable.

¡Ah! ¡He oído algo! ¿Será...? Tal vez, pero no lo sé. Miro, busco, ojeo, oteo. Pero nada. A seguir esperando.

La espera desespera...

Sigo deambulando, huyendo de las manecillas, que me encadenan a la frustación y la amargura, transportándome a eso que llaman locura, tan lejana entonces tan cercana ahora. ¿Qué estará pasando? ¿Por qué aún no? ¿Habrá pasado algo?

La espera desespera...

De repente, a mi derecha, suena y se ilumina.

¡Por fin!

Ansioso, veloz, raudo, sin vacilar un solo momento, compruebo quién es. Todo lo anterior ya no tiene sentido. Mi desesperación es hielo en una candela, un caramelo en el bolsillo de un niño, un ratón en un saco de gatos. Ya estoy tranquilo. Ha llegado a casa. Me lo dice la pantallita del teléfono móvil.

domingo, 11 de marzo de 2007

Será entonces cuando me entendáis

Un cuchillo que no corta.
Un niño sin juguetes.
Una playa sin olas.
El sol sin brillo.
La luna sin nadie mirándola ni mar en que reflejarse.
Un tuareg en la nieve.
Un esquimal en el desierto.
Un libro sin leer.
Una rueda inmóvil.
Una bolsa vacía.
Un soldado inerme ante otro apuntándole.
Un patriota fuera de su patria.
Un poeta que no tiene versos.
Un pintor que carece de pincel.
Un cepillo falto de cerdas.
Una pelota cuadrada.
Un dado esférico.
Una h sonora.
Una canción arrítmica.
Un agua sabora, colora y olora.
Una lámpara sin luz.
Un ventilador de aire caliente.
Una estufa de aire frío.
Una moneda sin valor.
Un lápiz sin punta.
Una religión sin oración.
Un altavoz insonoro.
Una carta sin sello.
Una guitarra sin cuerdas.
Un barco a la deriva.
Un entrenador mudo.
España sin ñ.
Un cine donde no hay películas.
Un coche que no arranca.
Un balcón al que nadie se asoma.
Un zoo sin animales.
Un artista sin arte.
Un travieso sin problemas.
Una puerta sin llave.
Una llave que no tiene llavero.
Un llavero que no tiene bolsillo.
Un bolsillo que no tiene pantalón.
Un pantalón que no tiene piernas.
Unas piernas que no tienen cuerpo.
Un cuerpo sin el otro cuerpo.

Pregúntadles cómo se sienten.

Será entonces cuando me entendáis.

martes, 6 de marzo de 2007

Ninguno como el de ayer

Ninguno como el de ayer. Jamás. Ni tan dulce, ni tan fiero. Ni tan selecto ni tan exquisito. Ni tan suave ni tan rápido. Ni tan fugaz ni tan intenso. Ni tan enorme ni tan sentido. Ni tan fresco ni tan ligero. Ni tan transparente ni tan cariñoso. Ni tan juvenil ni tan intencionado. Ni tan salvaje ni tan urbano. Ni tan apasionado ni tan soberbio. Ni tan implacable ni tan frágil. Ni tan impoluto ni tan contaminado.

Ninguno como el de ayer. Como el de ayer, sólo yo sé dónde encontrarlos.

Y si aún no me crees, pregúntale a tu boca dónde estuvimos...