miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿Dónde estás?

Donde no había nada hubo todo.
Donde hubo todo no hay nada.
Donde no hay nada quiero algo.
Donde algo quiero nada hay.

Abiertas las puertas, para que entres sin llamar.
Abiertas las puertas, nadie entra siquiera a preguntar.
Cerradas las puertas, para que puedas llamar y yo abrir.
Cerradas las puertas, porque nadie pasará a llamar.

Evocando el pasado no veo futuro.
Evocando el pasado no vivo el presente.
Sin vivir el presente no habrá futuro.
Sin evocar el pasado no sé quién soy.

La música se me antoja siempre la misma.
Siempre se me antoja la misma música.
Cuando te escribo muestro lo que llevo dentro.
Cuando quiero mostrar lo que llevo dentro, te escribo.

Si la música de un piano me hace llorar,
el rasgueo de una guitarra temblar,
y el sonido de un violín me conmueve,
con tu voz sólo puedo estremecerme.

Tu voz, una voz que desconozco,
pero que pronto me será familiar.
Tu voz, una voz que añoro,
pero que nunca acaba de llegar.

Mi interior tiene lo que hay en el exterior.
Mi exterior no enseña lo que hay en mi interior.
Grietas oscuras, oscuridad agrietada.
Exterior níveo, interior moribundo.

Regalarte besos se torna posible,
así como abrazarte, mirarte,
dormirte, acariciarte y sentirte,
sólo si cierro los ojos.

No puedo darle sentido
a una llamada a deshora. O dos. O tres.
No puedo darle sentido
a despertarte con un beso. O dos. O tres.

Sediento y sin agua,
sólo sé moverme en terreno acuoso.
Moviéndome en terreno acuoso
sólo he conseguido tener sed y no agua.

Un cuaderno de poemas te he escrito,
pero parece que ni eso vale.
Seguro que no serán los mejores,
pero son los que de mí salen.

De colores imagino nuestra historia,
pero esos colores aún están en la paleta.
Y no ceso de esperarte para empezar
a pintarnos en nuestro lienzo.

Sólo tengo mis puertas, mi presente,
la música, mi “intexterior”, mis sueños,
mi sed, mi cuaderno y nuestro cuadro.
Aparece de una vez, que te estoy esperando.

Que tengo mis puertas preparadas para tu llegada,
un presente que vivir, un interior que llenar con cosas del exterior,
un sueño que hacer realidad, una sed que apagar,
un cuaderno que leerte y un cuadro que pintar, pero nunca colgar.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Ser. Estar. Parecer.

Tenue. Apático. Triste. Cansado. Desanimado. Apagándome. Insulso. Anodino. Nimio. Frágil. Desbordado. Perdido. Dañado. Desaprovechado. Aturdido. Desconcertado. Desorientado. Confundido. Abandonado. Solitario. Descuidado. Inutilizado. Desganado. Decaído. Derrumbado. Deteriorado. Impertinente. Aburrido. Defectuoso. Inacabado. Huérfano. Falto. Inseguro. Menguado. Somnoliento. Infrecuentado. Diáfano. Cualquiera. Subyugado. Insignificante. Paupérrimo. Necesitado. Tocado. Abatido. Infeliz. Resquebrajado. Vagamundo. Desaforado. Afligido. Despreciado. Indiferente.

Así me siento. Así estoy. Así parezco.

Melancólico, por todo esto que me pasa.
Errante, porque no sé dónde ir ni si tengo dónde ir.

Salvable, porque confío en que algo o alguien me ayudará.
Invisible, porque nadie se preocupa por mí.
Engañado, porque estoy descubriendo las verdaderas verdades.
Ninguneado, pues no se me trata.
Trastornado, porque no sé qué está pasando ni cuándo parará.
Olvidado, porque no hay persona que demuestre que me recuerda.

Silenciado, porque no hay nadie que escuche lo que quiero decir.
Obtuso, porque muchas veces pienso que todo es culpa mía.
Lastre, porque soy el culpable de no avanzar.
O.


http://www.youtube.com/watch?v=-o9gf_soFBM&feature=fvwrel

"All by myself,
don't wanna be
all by myself anymore"

jueves, 15 de septiembre de 2011

Modo mente

Salvajemente dócil, directamente sutil,
saladamente dulce, níveamente oscura.
Fatalmente buena, derechamente sinuosa,
lisamente rizada, maldadosamente santa.

Teóricamente práctica, nocturnamente diurna,
aburridamente divertida, ariscamente cariñosa.
Glacialmente cálida, realmente imaginativa,
físicamente mental, sinceramente embaucadora.

Asustadizamente valiente, traidoramente fiel,
insoportablemente honesta, fonéticamente corporal.
Mundialmente consciente, diferentemente igual,
peligrosamente tranquila, eternamente compañera.

Pacíficamente luchadora, necesariamente independiente,
encadenadamente libre, mortalmente perenne.
Difícilmente fácil, bárbaramente doncella,
tristemente avara, alegremente dadivosa.

Misteriosamente cierta, firmemente suave,
seguramente impredecible, presuntamente segura.
Respetablemente educada, astutamente ingenua,
sedentariamente nómada, vengativamente noble.

Oralmente diosa, invernalmente calurosa,
desgarradoramente risueña, razonablemente irracional.
Silenciosamente gritona, cercanamente amante,
divinamente humana, humanamente pecaminosa.

Así serás, porque así eres.
Pero tú, cariño mío, todavía no lo sabes
porque yo aún no te lo he dicho,
porque yo aún no te lo he escrito.
Hasta que hoy me he vaciado de verdades
esperando a que llegues.

Ay, mi incalculablemente valorada…

jueves, 1 de septiembre de 2011

"Estás de suerte, soy tu presa"

Maniatado y amordazado de pura vergüenza,
intenté rabiosamente desasirme sin éxito,
con el único resultado de un fracaso épico
y mi resignación transformada en mueca.

Lo notaste, y de forma muy natural, muy cerca
te situaste, como en su consulta el médico,
y cual reza el padrenuestro un clérigo,
sobre mi mano se deslizaba la tuya, lenta.

“Mírame a los ojos”, dijiste sin hablar: y esa fue tu única treta.
Obedecí dócil, pero inseguro y medroso, con vértigo,
y el calor de tus ojos pudo con mi temor hermético
cuando, fijos, se clavaron como clavos en madera.

Empecé a sentir que se desvanecía mi fuerza,
y ya sólo pude dejarme llevar, escéptico:
no sabía si es que reviviría un recuerdo pretérito
o si se iba a crear uno nuevo diferente, sin mermas.

La espera a tu llegada se me hizo eterna,
con mi respiración a un ritmo frenético
y humedecidos mis labios resecos, famélico
de besos no veía la hora de tenerte a mi vera.

Yo había pasado no sé cuántas noches en vela
imaginando este momento, y ahora era idéntico.
Como sabiendo qué pasaría, como algo congénito,
tomé tu mano y me moví lo justo: un parpadeo apenas.

Tú los cerraste conmigo, y arrestados por la mano ajena,
nuestras bocas se tocaron en un lento e intrépido
movimiento, haciendo ese momento espléndido.
Sí. Tal y como ocurría en mi sueño, quedé de una pieza.

Noté una luz que destellaba, aún en la oscuridad plena.
Preguntándome qué era, te regalaba besos impertérrito,
mientras mis caricias hacían las veces de séquito.
Y descubrí que aquello brillante el placer de tenerte era.

Saboreando tu saliva mi boca estaba serena,
y me di cuenta de que no quería serle pérfido.
Contemplándote preparé más besos, con mi arsénico,
para que sintieras lo que yo: la lengua y la imaginación inquietas.

A dentelladas te besé, ávido de surcar tus praderas.
Rezumaba placer y ganas de ti de un modo histérico;
tú simulabas no notarlo, en un juego patético,
y tuviste que rendirte cuando, sin aviso, rocé tu pierna.

Me susurraste al oído “estás de suerte, soy tu presa”;
yo te respondí, en un comportamiento modélico,
que eras tú la afortunada, pues ya no habría más léxico.
Se terminaron las batallas. Comenzó la guerra.