lunes, 18 de abril de 2011

Nostalgia

Hoy, de repente, me he visto llorando. Me ha cogido de sorpresa el salado sabor de las lágrimas, y cuando me he dado cuenta, sólo podía pensar en ti. Miles de recuerdos a la velocidad y con la forma de un flash, pero con una intensidad tal que me han sacudido los cimientos, hasta el punto de que, como decía, me he derrumbado. Me han venido ganas de pasear, de tocarte, de olerte, de mirarte, de tenerte, de sentirte. He querido quedarme sentado, o de pie, simplemente contemplando tu belleza. Saberte mía, porque siempre así te sentiré. Porque tuyo siempre seré. Pase lo que pase. Pase quien pase. Hagan lo que hagan. Dondequiera que esté, con quien quiera que esté, tú siempre serás la primera. Sin ninguna duda. Nunca jamás te engañaré, ni nada te reemplazará. No me embaucará otro olor, ni otra belleza, por muy exótica que sea. Tu lenguaje, tu finura, tu figura, tus colores… Eso no se encuentra en ningún lado. El verde y el azul nunca fueron tan bonitos como cuando tú decidiste portarlos. Y cuando los acompañas con el amarillo… Arrolladoramente irresistible. Nadie los ondea como tú.

Hoy, de repente, me he visto llorando porque te echo de menos. Me he preguntado cómo estarás, si ha cambiado algo en tu vida en este tiempo, y si lo ha hecho, si ha sido para mejor o para peor, si lo querías o es que simplemente ha venido así. Me he preguntado cómo te estarán tratando en mi ausencia. Y me he visto oliendo de nuevo tu perfume, el único que tienes, pero al mismo tiempo tan exquisito… Me he visto recorriéndote, enterita, porque te sé como a mí mismo: este camino de por aquí, aquél de por allá, y aunque ya conozco ese rincón, me encanta frecuentarlo, y aunque ya conozco aquél, visitarlo siempre es un placer. Siempre que hemos estado separados te he echado de menos. Lo que no sabía es que algún día lloraría por no tocarte, por no sentirte, por no tenerte. Ahora sólo tengo mi memoria y algunas fotos. Pero te aseguro que los recuerdos que tengo son y serán imborrables. Risas, llantos, fiestas, noches, días, tardes, paseos, una flor aquí, una ola allá… Nunca jamás nadie ni nada podrá borrar tantos momentos juntos. Nunca jamás nada ni nadie podrá hacer que me olvide de ti. Nunca. Y no son habladurías.

Hoy, de repente, me he visto llorando porque te echo de menos y porque he comprendido que es imposible estar a tu lado en este momento. Siempre te llevo por bandera, y siempre lo haré, porque presumir de ser tuyo es algo que hago sin obligación ninguna. Me sale solo, y el orgullo que siento al decirlo es inmenso. Pronunciar tu nombre, entero, o acortado, me produce mucha felicidad, que nace del mismísimo centro del amor que por ti siento. Pero lo mejor es cuando alguien que no te conoce lo pronuncia: la música de tu nombre reverbera en mis oídos, evoco mi vida a tu lado, y una sonrisa se dibuja en mi rostro, pintada por el placer y la nostalgia que siento cuando la película de mi vida contigo pasa ante mis ojos.

No sé si tú me quieres o no. No sé si me extrañas. Realmente, no sé qué sientes por mí. Pero una cosa sí puedo asegurártela, y es que mi amor por ti es incondicional, impoluto, constante, declarado, valiente, impertérrito, inmortal, profundo, sincero, inflamable y visceral. Pero sobre todo es contagioso. Porque me encargo de presentarte a todo aquel que no te conoce. Y ésos te aseguro yo que más temprano que tarde acabarán amándote desde la umbría hasta la punta, para acabar pregonando, igual que hago yo, te amo Punta Umbría. Y en algún momento de sus vidas sentirán esto que siento yo hoy.

Hoy, de repente, me he visto llorando porque te echo de menos y porque he comprendido que es imposible estar a tu lado en este momento. Pero sé que no soy el único.

lunes, 11 de abril de 2011

¿?

¿De qué sirve querer regalar cuando no tienes a quien? ¿Dónde van los besos que no se dan? ¿Cuándo se mueren los recuerdos? ¿Cómo se matan? ¿Por qué todo es difícil y nada es fácil? ¿Quién conoce el cementerio de los te quiero? ¿Dónde queda el velatorio del amor? ¿Cuándo es la fiesta del olvido? ¿Para qué guardar la dulzura? ¿Qué camino elegir? ¿Esperando qué vivimos? ¿Hay que mostrar siempre al mal tiempo buena cara? ¿Miedo a perder? ¿Temor a ganar? ¿Ganas de sufrir? ¿Apatía ante la alegría? ¿Llorar por recordar o recordar para llorar? ¿Qué me deparará el mañana? ¿Dosis de sonrisas contra la tristeza? ¿Virales para la felicidad? ¿Será mejor cuando amanezca? ¿De qué color son tus besos? ¿A qué huele lo que escuchas? ¿A qué sabe el tacto de tus manos? ¿Qué textura tiene tu respiración? ¿A qué suena tu mirada? ¿Lloro por ti o por mí? ¿Cuándo empecé a echarte de menos? ¿Por qué te dije te quiero? ¿Qué me hizo creer en ti? ¿En qué momento te convertiste en una necesidad? ¿Estás ahí todavía?…

Muchas preguntas… ninguna respuesta… Ya sólo me queda rogar con esta oración, y confiar en que todo salga bien:

Amada mía, que no sé dónde estás,
santificado para mí está tu nombre.
Venga a mí tu cuerpo,
y hágase tu voluntad
cuando me pidas más besos
mientras me dices te quiero.
Dame hoy tu sonrisa de cada día.
Perdóname si es que te ofendo,
así como yo lo haré si es que tú me ofendes.
Déjame de tu cuerpo caer en la tentación,
y líbrame de no hacerte el bien.

Yo te amaré.


Yo sé que no se te ha de pedir, sino que simplemente se te da. Pero ahora dime, amor: ¿de qué me sirve darte si no te recibo? ¿Será verdad que llegarás y dejarás de irte?

http://www.youtube.com/watch?v=_5ddZU5Ipqg&feature=related

"And in the end, the love you take is equal to the love you make"

miércoles, 6 de abril de 2011

De paseo

A veces nos veo paseando por la vera de un río. No importa cual, pues lo que importa es mi compaña, tú. Pero normalmente el suelo que se me aparece es el que hay a los pies de la Torre del Oro, esos adoquines tan grandes. Y Triana nos observa, como cuidándonos, desde la otra orilla. No sé qué hablamos mientras paseamos. Sólo sé que desde el puente de San Telmo hasta el puente de Triana (Isabel II, lo siento) vamos conversando, a veces helado en mano. Y caminamos hablando, y riendo. A veces es con el sol en la cara. Todo soleado, cielo azul sin una nube, mientras un día de primavera sevillana nos deleita con olor a azahar, flores por doquier, un barco pasando por la dársena, niños jugando, bicicletas pasando, parejas que se besan en cada banco. Otras veces es con la luna como testigo. La Torre del Oro se torna áurea, como antaño, y Triana, medio a oscuras, parece tener más difícil vernos. Los barcos están amarrados cada uno en su noray, y aunque los niños no juegan por el paseo, sigue habiendo bicicletas paseando. La encantadora noche que hace, junto al olor a jazmín que nos envuelve, hace obligatorio disfrutarlos, y cada pareja, que son las mismas que de día, ahora se besan, refugiadas y al amparo de la oscuridad, no ya en cada banco, que también, sino en cada rinconcito donde la luna no pueda verlos. Y entonces yo no sé si pasear contigo de día o hacerlo de noche… El caso es que nos veo por ahí, paseando, contándonos nuestra cotidianidad, nuestros sueños, nuestros secretos, algún que otro recuerdo que se nos viene a la mente, y siempre sonriendo. No sé si me provocas la risa tú a mí o yo a ti. Pero lo que sí sé es que reímos porque somos felices. Y eso es lo que me importa.

Llegamos al puente de Triana, y me apetece sentarme. Te lo sugiero, y la idea te parece bien. Sentados, frente al Guadalquivir, te tomo casi sin querer de la mano. Es algo inconsciente, sutil, suave, casi sin querer pero queriendo. No sé si tú te das cuenta, pero no parece importarte. Al contrario, tus dedos empiezan a juguetear con los míos. El juego de dedos continúa mientras seguimos charlando, mientras seguimos riendo. Parezco oír algo, como unas indicaciones. Por un momento, dejo de escucharte, para concentrarme en ellas. Y en un instante, cuando me he dejado llevar, lo he comprendido todo. Me están diciendo que te tome firmemente de la mano y te bese sin pensarlo, que no me dirás que no. Imposible. Ellos cuidarán por mí, dicen. El olor a azahar o a jazmín, o los dos, el oro de la Torre, aquellos adoquines, los barcos del río, la hierba donde estamos sentados, las bicicletas que pasan incesantes, el murmullo de besos de otras parejas, Triana, la Esperanza, la Maestranza (siempre atenta a cada movimiento, cual corrida de toros)… Hasta el Altozano, que tan cerquita está, se asoma para asegurarse de que todo sale bien. Yo, absolutamente a merced de Sevilla, agarro firme tu mano. Tengo un momento de duda, y me doy cuenta porque he vuelto a escucharte, aunque no sé qué estás diciendo. Tengo miedo de que no sea la ocasión, que mi beso se vaya al limbo, donde tantos besos llegaron ya… Pero rápidamente esa duda se desvanece, porque he vuelto a no escucharte. Te traigo hacia mí, y una vez cerca de mí, boca frente a boca, siento como a ti también te envuelve lo que sucede alrededor nuestra, pues te has callado y tu respiración se agita. Trémulos mis labios, sellan tu boca con un beso. Y húmedos tus labios, me responden con otro. Ahora somos una pareja más que se besa en un banco. O en un rincón donde la luna no pueda vernos. Aunque está difícil, porque se refleja de tal manera en el río, que nada puede escapar a su luz. Y lo sé porque tus ojitos están muy brillantes, iluminados. ¿O acaso son ellos los que desprenden la luz? Me sorprendo gratamente cuando me doy cuenta de que mi brazo te rodea a la altura de los hombros, y el tuyo me rodea la cintura, y abrazados, somos nosotros los que miramos y observamos a Triana. Entonces es cuando me felicito a mí mismo por haberme atrevido a besarte. Aunque parte del éxito se lo debo a Sevilla.

Pero sobre todo, se lo debo a mi imaginación.

http://www.youtube.com/watch?v=EzKzQ_dAvhQ&feature=related

Ver la vida sin reloj
y contarte mis secretos.
No saber ya si besarte
o esperar que salga solo.

Esta sensación extraña,
que hoy se adueña de mi cara,
juega con esta sonrisa,
dibujándola a sus anchas.

Me desperté soñando
que estaba a tu lado,
y me quedé pensando
qué tienen esas manos.
Sé que no es el momento
para que pase algo...

Yo quiero volverte a ver.

Ni siquiera sé si sientes tú lo mismo...

viernes, 1 de abril de 2011

Yo quiero besarte ("You must remember this...")

Y si te dijera que tengo ganas de ti, ¿qué? Porque en verdad las tengo. Tengo ganas de darte un abrazo, olerte el pelo cuando esté pegado a ti, emborracharme de tu perfume, y luego suavemente, deslizar mi boca por tu cara, besándola, hasta llegar a tu boca. Antes del beso, y mientras nuestras respiraciones se aceleran, te resistes un poco, pero un ligero movimiento mortal con mi dedo pulgar acercando tu boca a la mía es suficiente. Es como si lo estuvieras esperando. Sin ese movimiento, no hay beso. Y luego, ya no paramos. Ya no hará falta ningún acompañamiento con las manos en tu cara para que me des un beso. Ellos vendrán solos. O llegarán, porque tampoco necesitarás moverme la cara para que te bese.

Besarte es algo que deseo hace mucho tiempo. Y cuando lo esté haciendo, ten seguro que te lo confesaré. Porque lo he imaginado muchas veces. Tal y como te he contado es una de las versiones, aunque también hay más. Aquella en la que, tras darle un sorbo a tu copa, me miras a los ojos y luego a la boca y luego a los ojos y luego a la boca y luego a los ojos, te pregunto qué pasa, te me acercas sin decir ni una palabra pero gritándome con los ojos, y posas tus mano en mi cintura, recorres suavemente mi espalda, y tu boca se acerca sigilosa pero firmemente a la mía. Espontáneamente, las dos se ladean en sentidos diferentes, y el beso es ya inevitable. “Esto es lo que pasa”, dices tras separar nuestros labios. Y sonríes. Y sonrío. Y luego ya no paramos. No harán falta más silenciosas miradas a gritos ni manos por mi cuerpo. Los besos pelearán por salir de mi boca para estar en la tuya. Y los tuyos, ardiendo, querrán sofocarse en el infierno de los míos. Pobres y benditos ilusos...

O aquélla en la que hemos quedado para cenar. Tú has ido al servicio, y en ese momento he aprovechado para escribirte unos versos. Y estos versos, créeme, salen solos. No hay que pensarlos. Simplemente fluyen, porque los llevas escritos en tus ojos, tu cintura, tu sonrisa, tu voz, tus caderas y tus andares. Te dejo el manuscrito al lado de tu servilleta, para que cuando vuelvas, lo veas. Lo ves, y me preguntas qué es. Mi respuesta es escueta: “léelo”. Sí, es escueta, pero está aliñada con un cuartito de ilusión, medio cuarto de ganas de ti, una miaja de picante y azúcar, y una sonrisa. Eso sí, como cualquier cocinero, aunque estoy seguro de mi plato, no sé qué pensará el cliente, por lo que también tiene como aderezo una pizca de miedo a tu reacción. Y eso a pesar de que es “mi beso”… Lo lees, sonríes porque te gusta, me miras, y me das las gracias. Y me vienes a dar un beso en la cara. Me lo das y te vuelves a tu sitio. Pero algo raro ha pasado… Aún así, acabamos de cenar. Al terminar, y de vuelta a casa, me dices que si tenía pensado lo que te escribí. Mirándote a los ojos, te digo que no, que se me ocurrió en ese preciso momento. Tanto los versos como el hecho de escribírtelos y regalártelos. Me respondes la mirada, les pego un par de martillazos y te clavo aún más mis ojos, te agarro de la cintura de una manera segura al tiempo que sutil, y te lanzo un beso que va directamente a la diana que me dibujan tus labios. Rápido, fugaz, pero con los mismos ingredientes que el manuscrito: espontáneo, ilusionado, deseándote, picantito y dulzón, pero sin sonrisa al final, porque aunque esté contento, estoy muerto de miedo. Y a pesar de eso, aún no te soltado la cintura ni he dejado de clavarte la mirada. Supongo que porque pienso que si me vas a matar, que sea a quemarropa. Pero si por el contrario me vas a besar, quiero estar lo más cerca posible cuando eso suceda. Me respondes a quemarropa, pero con un beso tan suave y dulce que al pensarlo hasta lo saboreo. Y luego ya no paramos. No hará falta más espontaneidad en forma de versos. Porque los besos serán ahora la espontaneidad, pero también serán buscados, aquí y allá. Te provocaré hasta que me des los besos que salen de tu boca pero que son míos. Y no me resistiré cuando te vea sonreír, o te vea ponerte el pelito detrás de la oreja, o te vea. O simplemente te vea. Porque cuando te vea, te besaré. Y entonces brindaremos por aquel beso que yo me atreví a darte, y que hace posibles estos besos nuevos. Y ya nunca te arrepentirás de no haberme dado el beso que realmente querías darme, aquel que quiso nacer de tu boca para vivir en la mía, cuando leíste lo que te escribí. Porque te digo que es que aquella noche no tenías fina la puntería. Y entonces me das un beso. “Para comprobar cómo la tengo hoy”, dices. “Perfecta”, te respondo…

Y si te dijera que tengo ganas de ti, ¿qué?

You must remember this:
a kiss is still a kiss,
a sigh is just a sigh.
The fundamental things apply
as time goes by

http://www.youtube.com/watch?v=XlHjg57aZK0