viernes, 21 de octubre de 2011

Una noche de tormenta

Ahora cuando me vaya a dormir, volveré a imaginarnos haciéndolo. Llevo imaginándonos un buen rato. Confieso que durante algún tiempo.  Lo he visionado todo.  Quedamos, hablamos, y tras algunas charlas banales pero necesarias, sin dilación ni rodeos, te invito a mi cama, con la excusa y la razón de que no quiero dormir solo. Tú, que llevas un rato entendiéndolo perfectamente, incluso esperando que diga algo al respecto, y no sin resistirte un poco, asientes, y aceptas sonriendo mi invitación. Llegamos tras un viaje nervioso, donde no sabemos qué decir, pero sí que hacer, y que no hacemos por temor a un rechazo que ya sabemos que no sucederá. Y así estamos, frente a  frente. La atracción existente pronto domina nuestras bocas, que acaban uniéndose irremediablemente de una forma imparable. Los besos se suceden sin parar, y nuestros labios parecen insaciables, pues cada beso parece acrecentar el hambre. Nuestras manos van tocando por doquier, como si estuvieran examinando el cuerpo ajeno, haciendo paradas en el cuello, la cintura y la cara del otro. Las caricias se suceden, y la ropa empieza a quemarnos. Me despojas de mi camiseta sin parar de besarme, y te quitas la tuya sin dejarme parar de besarte. Me abrazas, y me estrechas contra ti. Nuestras barrigas se tocan, sintiendo el calor del otro. Con nuestras lenguas enfrentadas en una muchísimo más que placentera lucha, desabrochamos el botón del pantalón del de enfrente, quitándonos al mismo tiempo los calcetines, por lo que ya sólo nos separa nuestra ropa interior. Como si fuera imposible, no paramos de besarnos, dulcemente, ferozmente, suavemente, agresivamente. Las caricias no cesan de sucederse, y sucede lo ya inevitable. La pasión, la lujuria, nos dominan, y no podemos otra cosa que dejarnos llevar. Además, es lo único que queremos en este momento. Nos arrancamos dulcemente lo que nos queda de ropa, siendo ayudados por el otro, y ya estamos como realmente queríamos estar. No han pasado ni dos minutos desde que llegamos. Supongo que serán las cosas del directo. Ardiendo de estar en y de tener al otro a nuestra disposición, adquirimos una posición perfecta, donde los dos cuerpos se encuentran mucho más cómodos.

Me pides que me una a ti, que entre. No puedo negarme a eso, y casi al momento, ya estoy llamando a tu puerta. Me abres con muchas ganas, invitándome a pasar y que no piense en gritar.  Poco a poco voy entrando, y veo el resultado en tu cara. Ya estoy totalmente dentro, y como simulando el ambiente del mar, en un vaivén muy salvaje y sensual, nuestras caderas se mueven  a un solo ritmo, el ritmo que va marcando el placer. Una vez ensamblados, unidos los cuerpos, nuestras caderas parecen hacerse una, y nuestra respiración suena igual: será que las dos saben dónde vamos a llegar. Los movimientos rítmicos se van sucediendo, sin guía, sin pentagrama, y la música empieza a ser esa que llaman celestial.  Tu pelo se desliza sutilmente por tu espalda, y tu cuerpo desnudo me pide a gritos que lo toque, de arriba abajo, sin pedir ninguna explicación: sólo quiere ser tocado. Y no seré yo quien se interponga entre tu cuerpo y el mío.

Sedientos, hambrientos uno del otro, el placer va haciéndose todopoderoso. Mi boca y mis manos están desatadas, procurando tocar allí donde tú te retuerzas de puro gozo, mientras me pagas la jugarreta haciéndome lo mismo. Caricias constantes que se ayudan de besos, dados sin poder separar nuestras bocas, para hacer que dos llamas hagan un único fuego. Despreocupados totalmente de lo que pasa alrededor, sólo podemos centrarnos en la boca y el cuerpo del otro. In crescendo, nuestros cuerpos chocan con la violencia y la frecuencia con que las olas (las mismas que movían nuestras caderas) lo hacen en un rompeolas. El maremoto ya está en marcha, y nuestras cinturas son las únicas que aún permanecen con vida, y como intentando no ahogarse (o quizás a sabiendas de que también se apagarán tras la tormenta y quieren tener un despedida digna), se agitan y se sacuden en busca de una solución. Nuestras bocas hace tiempo que no se pueden ni tocar, pues las necesitamos para respirar. Nuestras manos mantienen el contacto, aunque ya ni lo sentimos, pues la fuerza de nuestras caderas es tal que nos domina totalmente. El rompeolas está muy gastado de tanto choque de olas, y éstas se hacen más fuertes ante la poca resistencia a la que se enfrentan, ya que realmente ésta viene dada por nosotros. Sin pronunciar una sola palabra, nuestras gargantas son las primeras en avisar de lo que está a punto de suceder, y entramos en una fase de no retorno. Las caderas enloquecen, y se sienten capaces de dominar a la otra, embistiéndola fuertemente, con la única finalidad de hacerla volver para embestirla de nuevo. Se repelen para atraerse al instante siguiente. Tras y durante ese juego magnético, en brevísimos segundos, las cinturas son poseídas por espasmos tan fuertes como las sacudidas que los han precedido, y con la boca entreabierta pidiendo que este momento nunca acabe, las olas ya no son violentas y enormes, sino lentas y suaves. Nuestras bocas vuelven a tocar el cuerpo ajeno, regalando besos por todos lados, hasta que por fin las bocas se encuentran, y vuelven a unirse, tratando de sellar lo que acaba de suceder. Una espontánea sonrisa se dibuja en ellas, que se separan, suspirando. Ya no estamos cara a cara, y nuestros cuerpos descansan mirando al techo, uno junto al otro. Con la respiración aún agitada, seguimos sonriendo, satisfechos.

Después de la tormenta llega la calma. Pero yo no hoy no tengo calma porque no ha habido tormenta.

miércoles, 12 de octubre de 2011

A tu lado estar no toca

Que el amanecer me encuentra siempre despierto,
que me desvela el hambre que de ti tengo


A tu lado estar no toca.
Preguntaría a los sabios
¿sabéis por qué el amor mengua?

No viviría en abismos
ni entre arañas y marañas:
sería un amante nuevo.

El quererte no tendría veda,
y seríamos dos lerdos
amándose en la eternidad.

Toda palabra es poca
para decir cómo rabio
al no pelear con tu lengua.

Un beso serían mil sismos,
ninguna mirada extraña:
ya siento cómo me elevo...

Caricias textura seda,
sonrisas sin previo acuerdo.
Una fiesta a la libertad.

Ya no subo a tu boca,
ni me divierto en tus labios,
ni me encuentro a tu lengua.

Mis paseos no son los mismos
desde que no me acompañas,
y a la deriva me muevo.

Soñarte es lo que me queda,
mecerme en los recuerdos,
evocarte en la oscuridad.

A tu lado estar no toca.
Preguntaría a los sabios
¿sabéis cuándo el amor mengua?
¿Sabéis cómo el amor mengua?
¿Cómo sabéis cuándo el amor mengua?

miércoles, 5 de octubre de 2011

El camino

Salvaje. Así es el camino que me ha tocado recorrer. En él, la rotundidad del signo menos se hace patente en la no presencia de sonrisas, ni siquiera el amago. Y aunque hay querencia, no hay apetencia.

La fragilidad, antaño tan lejana, casi imperceptible, por no decir ininteligible para mí, ahora la tengo escrita en la frente, cual caja de vajilla. Mi seguridad sobrevive a duras penas, y hace tiempo que duerme. Desconfiante de mí mismo voy andando el camino mi vida, y la pasividad le ha podido a la actividad, por el simple hecho de que si nada hago, nada sale mal. Eso me da un levísimo pero necesario sentimiento de seguridad, de la que tanto he de nutrirme ahora mismo, pero que tan difusamente apenas está dibujada, o que tan confusamente apenas puedo distinguirla.

Avanzo al ritmo de quien no anda, moviéndome como los protagonistas de una fotografía. Ya he soñado dos veces mi muerte, con tristísimo y sollozante despertar, almohada empapadísima incluida. Aunque en los dos sueños parecí sentir alivio. Incluso lo parece ahora, ya que los he llamado sueños y no pesadillas.

A veces deseo ser pecio, para que alguien quiera encontrarme. Sí, quiero ser pecio, y así despertar deseo, codicia, anhelo, añoranza, deseo, interés. O ser una pista, un rastro, una huella. Quisiera estar en extinción, ser una reliquia, un espécimen tan único como verdadero, tan ansiado como relevante.

El cielo tan azul ahora mismo no me alegra, y sólo tengo ganas de que se nuble todo, y que en vez de blancas las nubes sean grises, o negras, y llueva. Que diluvie. Y los truenos truenen atronadores. Que la mar se revuelva, y agite con violencia los barcos. Que el viento sople con tanta fuerza que los pájaros no puedan volar, y los árboles se inclinen a su paso. Ahora mismo necesito que la naturaleza esté como yo, y llore, grite, se agite, y que eso lo haga con violencia, para asegurarse de que expulsa todos esos sentimientos. Necesito su apoyo.

Indiferente ante las cosas y los momentos habituales, lo nuevo ahora mismo no tiene el mismo efecto que antes, no me atrae. Tengo libertad, pero ésta me viene dada condicionada, y no puedo hacer lo que quiero. Aunque, pensándolo bien, siempre durante toda mi vida ha sido así… Atrapado en un camino pues no tiene indicaciones, no avanzo, pero sí me siento retroceder, sin remedio. El tiempo pasa sin decir lo siento, y los días siguen matando noches y las noches siguen pariendo días, mientras yo no puedo disfrutar de ellos. Carente de motivo alguno para ello, mis límites están bastante definidos. Y aunque escapar se me antoja remoto, yo no pierdo la esperanza. Eso sí, el camino está labrado con desaliento, dudas, incertidumbre y desesperanza. Y encima, la única dispuesta a ser mi compañera es la desidia…

miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿Dónde estás?

Donde no había nada hubo todo.
Donde hubo todo no hay nada.
Donde no hay nada quiero algo.
Donde algo quiero nada hay.

Abiertas las puertas, para que entres sin llamar.
Abiertas las puertas, nadie entra siquiera a preguntar.
Cerradas las puertas, para que puedas llamar y yo abrir.
Cerradas las puertas, porque nadie pasará a llamar.

Evocando el pasado no veo futuro.
Evocando el pasado no vivo el presente.
Sin vivir el presente no habrá futuro.
Sin evocar el pasado no sé quién soy.

La música se me antoja siempre la misma.
Siempre se me antoja la misma música.
Cuando te escribo muestro lo que llevo dentro.
Cuando quiero mostrar lo que llevo dentro, te escribo.

Si la música de un piano me hace llorar,
el rasgueo de una guitarra temblar,
y el sonido de un violín me conmueve,
con tu voz sólo puedo estremecerme.

Tu voz, una voz que desconozco,
pero que pronto me será familiar.
Tu voz, una voz que añoro,
pero que nunca acaba de llegar.

Mi interior tiene lo que hay en el exterior.
Mi exterior no enseña lo que hay en mi interior.
Grietas oscuras, oscuridad agrietada.
Exterior níveo, interior moribundo.

Regalarte besos se torna posible,
así como abrazarte, mirarte,
dormirte, acariciarte y sentirte,
sólo si cierro los ojos.

No puedo darle sentido
a una llamada a deshora. O dos. O tres.
No puedo darle sentido
a despertarte con un beso. O dos. O tres.

Sediento y sin agua,
sólo sé moverme en terreno acuoso.
Moviéndome en terreno acuoso
sólo he conseguido tener sed y no agua.

Un cuaderno de poemas te he escrito,
pero parece que ni eso vale.
Seguro que no serán los mejores,
pero son los que de mí salen.

De colores imagino nuestra historia,
pero esos colores aún están en la paleta.
Y no ceso de esperarte para empezar
a pintarnos en nuestro lienzo.

Sólo tengo mis puertas, mi presente,
la música, mi “intexterior”, mis sueños,
mi sed, mi cuaderno y nuestro cuadro.
Aparece de una vez, que te estoy esperando.

Que tengo mis puertas preparadas para tu llegada,
un presente que vivir, un interior que llenar con cosas del exterior,
un sueño que hacer realidad, una sed que apagar,
un cuaderno que leerte y un cuadro que pintar, pero nunca colgar.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Ser. Estar. Parecer.

Tenue. Apático. Triste. Cansado. Desanimado. Apagándome. Insulso. Anodino. Nimio. Frágil. Desbordado. Perdido. Dañado. Desaprovechado. Aturdido. Desconcertado. Desorientado. Confundido. Abandonado. Solitario. Descuidado. Inutilizado. Desganado. Decaído. Derrumbado. Deteriorado. Impertinente. Aburrido. Defectuoso. Inacabado. Huérfano. Falto. Inseguro. Menguado. Somnoliento. Infrecuentado. Diáfano. Cualquiera. Subyugado. Insignificante. Paupérrimo. Necesitado. Tocado. Abatido. Infeliz. Resquebrajado. Vagamundo. Desaforado. Afligido. Despreciado. Indiferente.

Así me siento. Así estoy. Así parezco.

Melancólico, por todo esto que me pasa.
Errante, porque no sé dónde ir ni si tengo dónde ir.

Salvable, porque confío en que algo o alguien me ayudará.
Invisible, porque nadie se preocupa por mí.
Engañado, porque estoy descubriendo las verdaderas verdades.
Ninguneado, pues no se me trata.
Trastornado, porque no sé qué está pasando ni cuándo parará.
Olvidado, porque no hay persona que demuestre que me recuerda.

Silenciado, porque no hay nadie que escuche lo que quiero decir.
Obtuso, porque muchas veces pienso que todo es culpa mía.
Lastre, porque soy el culpable de no avanzar.
O.


http://www.youtube.com/watch?v=-o9gf_soFBM&feature=fvwrel

"All by myself,
don't wanna be
all by myself anymore"

jueves, 15 de septiembre de 2011

Modo mente

Salvajemente dócil, directamente sutil,
saladamente dulce, níveamente oscura.
Fatalmente buena, derechamente sinuosa,
lisamente rizada, maldadosamente santa.

Teóricamente práctica, nocturnamente diurna,
aburridamente divertida, ariscamente cariñosa.
Glacialmente cálida, realmente imaginativa,
físicamente mental, sinceramente embaucadora.

Asustadizamente valiente, traidoramente fiel,
insoportablemente honesta, fonéticamente corporal.
Mundialmente consciente, diferentemente igual,
peligrosamente tranquila, eternamente compañera.

Pacíficamente luchadora, necesariamente independiente,
encadenadamente libre, mortalmente perenne.
Difícilmente fácil, bárbaramente doncella,
tristemente avara, alegremente dadivosa.

Misteriosamente cierta, firmemente suave,
seguramente impredecible, presuntamente segura.
Respetablemente educada, astutamente ingenua,
sedentariamente nómada, vengativamente noble.

Oralmente diosa, invernalmente calurosa,
desgarradoramente risueña, razonablemente irracional.
Silenciosamente gritona, cercanamente amante,
divinamente humana, humanamente pecaminosa.

Así serás, porque así eres.
Pero tú, cariño mío, todavía no lo sabes
porque yo aún no te lo he dicho,
porque yo aún no te lo he escrito.
Hasta que hoy me he vaciado de verdades
esperando a que llegues.

Ay, mi incalculablemente valorada…

jueves, 1 de septiembre de 2011

"Estás de suerte, soy tu presa"

Maniatado y amordazado de pura vergüenza,
intenté rabiosamente desasirme sin éxito,
con el único resultado de un fracaso épico
y mi resignación transformada en mueca.

Lo notaste, y de forma muy natural, muy cerca
te situaste, como en su consulta el médico,
y cual reza el padrenuestro un clérigo,
sobre mi mano se deslizaba la tuya, lenta.

“Mírame a los ojos”, dijiste sin hablar: y esa fue tu única treta.
Obedecí dócil, pero inseguro y medroso, con vértigo,
y el calor de tus ojos pudo con mi temor hermético
cuando, fijos, se clavaron como clavos en madera.

Empecé a sentir que se desvanecía mi fuerza,
y ya sólo pude dejarme llevar, escéptico:
no sabía si es que reviviría un recuerdo pretérito
o si se iba a crear uno nuevo diferente, sin mermas.

La espera a tu llegada se me hizo eterna,
con mi respiración a un ritmo frenético
y humedecidos mis labios resecos, famélico
de besos no veía la hora de tenerte a mi vera.

Yo había pasado no sé cuántas noches en vela
imaginando este momento, y ahora era idéntico.
Como sabiendo qué pasaría, como algo congénito,
tomé tu mano y me moví lo justo: un parpadeo apenas.

Tú los cerraste conmigo, y arrestados por la mano ajena,
nuestras bocas se tocaron en un lento e intrépido
movimiento, haciendo ese momento espléndido.
Sí. Tal y como ocurría en mi sueño, quedé de una pieza.

Noté una luz que destellaba, aún en la oscuridad plena.
Preguntándome qué era, te regalaba besos impertérrito,
mientras mis caricias hacían las veces de séquito.
Y descubrí que aquello brillante el placer de tenerte era.

Saboreando tu saliva mi boca estaba serena,
y me di cuenta de que no quería serle pérfido.
Contemplándote preparé más besos, con mi arsénico,
para que sintieras lo que yo: la lengua y la imaginación inquietas.

A dentelladas te besé, ávido de surcar tus praderas.
Rezumaba placer y ganas de ti de un modo histérico;
tú simulabas no notarlo, en un juego patético,
y tuviste que rendirte cuando, sin aviso, rocé tu pierna.

Me susurraste al oído “estás de suerte, soy tu presa”;
yo te respondí, en un comportamiento modélico,
que eras tú la afortunada, pues ya no habría más léxico.
Se terminaron las batallas. Comenzó la guerra.

lunes, 22 de agosto de 2011

Juego de juglares

Empezando a terminar el comienzo del final, subo lo que bajé sin saber que había bajado tanto. Creía haber borrado todo lo que escribí, pero lo que escribí parece imborrable. Imposible poner final a una historia interminable que se terminó porque se le puso final. Imaginando lo inimaginable, repitiéndome que no se repetirá, lamento mis lamentos por mí. Me aburro de no aburrirte a besos, y añoro reírme porque te ríes de que me río de que sonríes. Canto canciones cantadas, aguardo mirar tu mirada mirando, espero esperarte y que no me esperes. Quiero que quieras que te quiera. Jugaríamos a juegos de juglares, y conversaríamos conversaciones conversables. Gritaríamos los susurros y susurraríamos los gritos mientras entramos en la salida y salimos por la entrada. Revistiéndonos, reverteríamos de un modo irreversible la reverberación de la revisión de revistas revisadas. Agruparíamos grapándolos grupos de greguerías cual grillos griegos, y tontearíamos tanto intentando tantear tentaciones, que de tanto tontear intentando tantearnos, acabaríamos tintineando como tantos tontos que han tentado sus tentaciones: maravillas mareadas del mariposeo, mariposas maravillosas del mareo, maravilla de marea de mariposas maravillosas. Directo hacia una dirección directamente dirigido, truena un trueno atronador, atrincherado pero no atribulado, atrapado pero no atrofiado. Ay qué ver lo que hay que ver. A ver si ahora me dices que decimos dócilmente dieciséis o diecisiete decenas de sandeces.

Si con tu mata yo me meto, meto como una muta mis mitos, mis motes y mis metas en la maleta de mi moto, y que el necio narciso de nacido novicio frunza frígido frenando fronteras de fraternidades. Busco encontrar lo que encuentro buscando encontrar, y si no pudiera, correría por el corral, pues sin medir ni media carrera el miedo acorrala mi mitad, cierra en corro el cerro, acorralándome, mudándome a un modo medio mudo. Sintiéndolo santamente, me siento sondeando si sentimos sentimientos sentidos. Tejo tejas, pero en un tejemaneje, un tajo de tijeras ha tejado mi tajada. Volando a ras de suelo porque camino sobre las nubes, dando vueltas andando en línea recta. Completando con un complemento aquello que parecía completamente incompleto, ando dando donde dan dones. Guardo en la guarida huesos usados de mal agüero…

Y aún así, sé que sólo sé que si lo hubiera sabido, lo habría olvidado, como si no hubiera existido, para vivirlo, para poder volver a recordarlo, y escribirte lo que siempre he pensado.

sábado, 6 de agosto de 2011

Deletreando

Si sólo sé si salgo silbando su sencillez sin saber si sigues su senda, guardaré generoso grasientas gracias goteantes, gustándonos, gritándonos, gateando, gestando grandes gemidos, harapo herido, huso horario huyendo hacia Hércules, Homero, Homo Habilis, húsar hastiado, huérfano… horas hablando, helado…

Juego jaleado, jactados jinetes jalonean, joyas juradas, jalamos jubones, jarabe jugoso, jiji jaja.

Las licencias logradas limitan los livianos lechos, levemente lacrados lejanamente.

Buscamos bronca, buscamos besarnos, brisa besucona bracea bravamente.

Vienen volando vehementes vientos valerosos, volubles, vencedores, valientes.

Deciden danzar despidiendo decenas de dardos dosificados dócilmente.

Pero parece peligroso penetrar partes pulidas, perpetradas para poder parar posibilidades. Ponemos para pedir, pedimos para poner, pero para parar, perseguimos. Para proseguir, pedimos parar… paradoja, pero paralelamente posibilidad perpetua personificada, porque pedimos por poner, peleamos para poner, pero pocos ponen para prescindir pedir, para posponer palabras.

Raro remanso ruge relamiéndose, repartiendo ricos ramalazos rápidamente, riéndonos, retozando, rozándonos, respirándonos.

Tiramos tus tenencias, tenemos tus tangencias, tratamos tus temores, truenan tenores.

Marinero mareado merodeando, mordiendo, marrando, miscelánea mortal, música maravillosa, mística misión: morir matando, matar muriendo.

Nívea noche nueva, nexo náutico… nadie ningunea nuestra nación, ni nuestra nana, necios nauseabundos.

Equidistantes, elegimos el elemento exacto, en estéreo, elixir espléndido, epopeya encontrada, estamos enfrente, estamos erguidos, embelesados, encumbrados, eclipsados, exhibimos extremidades, elucubramos energía, engrandecemos el épico estado, estamos… amaneciendo atónitos, anonadados ante algo asequible, algo astronómico, artístico, atronador: amor.

“Sí”, sonrío sutilmente, seguro, satisfecho.

lunes, 20 de junio de 2011

Simiente

Conózcote casi apenas
pues ni tu voz recuerdo.
Pero sueño con las caricias aquéllas
que te regalen mis dedos:

con mis manos ararte el cuerpo
y surcarte sin medida los labios.
Sembrarte a lametones el cuello
para hacerte el amor con el gallo.

Quisiera labrarme tu sonrisa
y trabajarme tu mirada,
racimarme en tu cinturita
para ser recolectado por tus ganas.

Fantaseo con tu piel nívea
adornada de estrellas oscuras,
y seguro que allí eres mujer ígnea
alimentada solamente por gula.

Mi boca es fértil en besos,
y la tuya parece de regadío.
Juntémoslas sin miedo
y dejemos crecer el cultivo.

Aprovechemos que hay bonanza,
que estamos en la buena época.
Yo te espero aquí en mi granja
mientras te dedico esta égloga.

jueves, 16 de junio de 2011

Pensar y sentir. Sentir y pensar

Pensando en lo que pienso cuando te pienso,
descubro que no te puedo dejar de pensar.
Pensando en lo que siento cuando te pienso,
confieso que alteras mi paciencia.

Pensando en lo que siento cuando te siento,
me declaro culpable de adulterio emocional.
Pensando en lo que pienso cuando te siento
sólo puedo sonreír por ser tan afortunado.

Sintiendo lo que siento cuando te siento,
concluyo que no te puedo dejar de sentir.
Sintiendo lo que pienso cuando te siento,
doy gracias por esta libertad que me otorgas.

Sintiendo lo que pienso cuando te pienso.
me doy cuenta de que quizás crea en un dios.
Sintiendo lo que siento cuando te pienso,
comprendo la expresión echar de menos.

Piénsame.
No me pensaré el pensarte.
Yo te pensaré para sentirte.

Siénteme.
No sentiré el sentirte.
Yo te sentiré cuando te piense.

lunes, 9 de mayo de 2011

Qué hambre

Y a la luz de las velas, pongo mis manos en tu cintura, te miro a los ojos, y siento tus manos posándose en mis hombros. Ambas respiraciones suenan como una, y nuestros ojos dejan entrever un hambre atroz. Las miradas están encendidas, ávidas, y las ganas de devorar intactas e implacables. Una mirada inconsciente a tu boca, inconsciente por ansiosa, te da la señal que necesitabas para entreabrirla y acercarte un poco más a mí. En la postura que estamos ahora mismo, agarrados y derechos, sentimos la necesidad de estar más cerca uno del otro, y como si estuviéramos bailando, siguiendo tu primer paso, lenta, muy lentamente, me acerco, y te acercas. Mi lengua, como previendo un festín cercano, humedece sutilmente mis labios, mientras veo (otra ansiosa y fugaz mirada a tu boca) que te estás mordiendo tu labio inferior, lo que me hace querer morderlo yo. En un instante apenas, cual rayo, mi cuerpo es recorrido por una lascivia pura, que acaba concentrándose en mi boca. Los ojos ya casi ni pueden sostener la mirada, y sólo quieren cerrarse y sentir lo que quiera que sea que se sienta al besarte. Muy próximos ya, los cuerpos se rozan, y el calor ajeno se hace evidente. Ayudando a acercarnos aún más, tus manos campean a sus anchas por mi espalda, mientras una de mis manos te sostiene la cabeza por detrás y la otra te acaricia suavemente el cuello y la cara. Nuestras miradas se apagan, y aunque no nos vemos, sabemos dónde estamos y qué va a pasar. El encuentro es tan inevitable como deseado, y nuestras bocas se unen. El primero es un beso tranquilo, sin prisas, suave, lento, en el cual nuestros labios parecen estar reconociéndose, examinándose, probándose unos a otros. Una vez probados, el banquete de besos empieza, sin más cubiertos, comida ni bebida que nuestras propias bocas. No hace falta cocinar nada. Todo se come al natural. Como mucho, aderezo de saliva, por cortesía de la casa, y sobre todo, ganas, muchas ganas de comer. Dejamos atrás el ritmo lento y pausado del desconocido e inquietante principio, y la fiereza que parece poseernos, nacida del más puro placer, nos hace que demos besos, mordiscos y bocados. Lejos de apagarse, el hambre que tenemos se alimenta con cada beso, pues no para de crecer. Y como tenemos hambre, comemos, y como comemos, tenemos hambre. Aunque lo mejor de todo es que el plato no tiene fin, no se acaba nunca. Pero eso sí: siempre nos permitimos algún capricho entre horas… Y éstos sí que son sabrosos, espontáneos y deliciosos. Mi lengua siente una explosión de sensaciones cuando se encuentra con los manjares que tu boca me ofrece, y la verdad, sólo tiene ganas de seguir paladeándote, de no parar de tomarte. Porque esto no es suficiente para saciarme. Porque sentir el deleite no me cansa.

Ahora resulta que tengo hambre, y no estás aquí. Mira, te invito a comer al restaurante de mi boca. A mí me apetece degustarte, olerte, saborearte. Me apetece comerte, y mucho. No sé si a bocados o a besos, o a ambos, pero sé que me apeteces. La boca se me hace agua con sólo pensarlo. Y es que besarte es una cosa tan rica...

Y ahora venga, no esperes más. Dame pan y dime tonto.

http://www.youtube.com/watch?v=yB6S3c7f8XA&feature=fvst

lunes, 18 de abril de 2011

Nostalgia

Hoy, de repente, me he visto llorando. Me ha cogido de sorpresa el salado sabor de las lágrimas, y cuando me he dado cuenta, sólo podía pensar en ti. Miles de recuerdos a la velocidad y con la forma de un flash, pero con una intensidad tal que me han sacudido los cimientos, hasta el punto de que, como decía, me he derrumbado. Me han venido ganas de pasear, de tocarte, de olerte, de mirarte, de tenerte, de sentirte. He querido quedarme sentado, o de pie, simplemente contemplando tu belleza. Saberte mía, porque siempre así te sentiré. Porque tuyo siempre seré. Pase lo que pase. Pase quien pase. Hagan lo que hagan. Dondequiera que esté, con quien quiera que esté, tú siempre serás la primera. Sin ninguna duda. Nunca jamás te engañaré, ni nada te reemplazará. No me embaucará otro olor, ni otra belleza, por muy exótica que sea. Tu lenguaje, tu finura, tu figura, tus colores… Eso no se encuentra en ningún lado. El verde y el azul nunca fueron tan bonitos como cuando tú decidiste portarlos. Y cuando los acompañas con el amarillo… Arrolladoramente irresistible. Nadie los ondea como tú.

Hoy, de repente, me he visto llorando porque te echo de menos. Me he preguntado cómo estarás, si ha cambiado algo en tu vida en este tiempo, y si lo ha hecho, si ha sido para mejor o para peor, si lo querías o es que simplemente ha venido así. Me he preguntado cómo te estarán tratando en mi ausencia. Y me he visto oliendo de nuevo tu perfume, el único que tienes, pero al mismo tiempo tan exquisito… Me he visto recorriéndote, enterita, porque te sé como a mí mismo: este camino de por aquí, aquél de por allá, y aunque ya conozco ese rincón, me encanta frecuentarlo, y aunque ya conozco aquél, visitarlo siempre es un placer. Siempre que hemos estado separados te he echado de menos. Lo que no sabía es que algún día lloraría por no tocarte, por no sentirte, por no tenerte. Ahora sólo tengo mi memoria y algunas fotos. Pero te aseguro que los recuerdos que tengo son y serán imborrables. Risas, llantos, fiestas, noches, días, tardes, paseos, una flor aquí, una ola allá… Nunca jamás nadie ni nada podrá borrar tantos momentos juntos. Nunca jamás nada ni nadie podrá hacer que me olvide de ti. Nunca. Y no son habladurías.

Hoy, de repente, me he visto llorando porque te echo de menos y porque he comprendido que es imposible estar a tu lado en este momento. Siempre te llevo por bandera, y siempre lo haré, porque presumir de ser tuyo es algo que hago sin obligación ninguna. Me sale solo, y el orgullo que siento al decirlo es inmenso. Pronunciar tu nombre, entero, o acortado, me produce mucha felicidad, que nace del mismísimo centro del amor que por ti siento. Pero lo mejor es cuando alguien que no te conoce lo pronuncia: la música de tu nombre reverbera en mis oídos, evoco mi vida a tu lado, y una sonrisa se dibuja en mi rostro, pintada por el placer y la nostalgia que siento cuando la película de mi vida contigo pasa ante mis ojos.

No sé si tú me quieres o no. No sé si me extrañas. Realmente, no sé qué sientes por mí. Pero una cosa sí puedo asegurártela, y es que mi amor por ti es incondicional, impoluto, constante, declarado, valiente, impertérrito, inmortal, profundo, sincero, inflamable y visceral. Pero sobre todo es contagioso. Porque me encargo de presentarte a todo aquel que no te conoce. Y ésos te aseguro yo que más temprano que tarde acabarán amándote desde la umbría hasta la punta, para acabar pregonando, igual que hago yo, te amo Punta Umbría. Y en algún momento de sus vidas sentirán esto que siento yo hoy.

Hoy, de repente, me he visto llorando porque te echo de menos y porque he comprendido que es imposible estar a tu lado en este momento. Pero sé que no soy el único.

lunes, 11 de abril de 2011

¿?

¿De qué sirve querer regalar cuando no tienes a quien? ¿Dónde van los besos que no se dan? ¿Cuándo se mueren los recuerdos? ¿Cómo se matan? ¿Por qué todo es difícil y nada es fácil? ¿Quién conoce el cementerio de los te quiero? ¿Dónde queda el velatorio del amor? ¿Cuándo es la fiesta del olvido? ¿Para qué guardar la dulzura? ¿Qué camino elegir? ¿Esperando qué vivimos? ¿Hay que mostrar siempre al mal tiempo buena cara? ¿Miedo a perder? ¿Temor a ganar? ¿Ganas de sufrir? ¿Apatía ante la alegría? ¿Llorar por recordar o recordar para llorar? ¿Qué me deparará el mañana? ¿Dosis de sonrisas contra la tristeza? ¿Virales para la felicidad? ¿Será mejor cuando amanezca? ¿De qué color son tus besos? ¿A qué huele lo que escuchas? ¿A qué sabe el tacto de tus manos? ¿Qué textura tiene tu respiración? ¿A qué suena tu mirada? ¿Lloro por ti o por mí? ¿Cuándo empecé a echarte de menos? ¿Por qué te dije te quiero? ¿Qué me hizo creer en ti? ¿En qué momento te convertiste en una necesidad? ¿Estás ahí todavía?…

Muchas preguntas… ninguna respuesta… Ya sólo me queda rogar con esta oración, y confiar en que todo salga bien:

Amada mía, que no sé dónde estás,
santificado para mí está tu nombre.
Venga a mí tu cuerpo,
y hágase tu voluntad
cuando me pidas más besos
mientras me dices te quiero.
Dame hoy tu sonrisa de cada día.
Perdóname si es que te ofendo,
así como yo lo haré si es que tú me ofendes.
Déjame de tu cuerpo caer en la tentación,
y líbrame de no hacerte el bien.

Yo te amaré.


Yo sé que no se te ha de pedir, sino que simplemente se te da. Pero ahora dime, amor: ¿de qué me sirve darte si no te recibo? ¿Será verdad que llegarás y dejarás de irte?

http://www.youtube.com/watch?v=_5ddZU5Ipqg&feature=related

"And in the end, the love you take is equal to the love you make"

miércoles, 6 de abril de 2011

De paseo

A veces nos veo paseando por la vera de un río. No importa cual, pues lo que importa es mi compaña, tú. Pero normalmente el suelo que se me aparece es el que hay a los pies de la Torre del Oro, esos adoquines tan grandes. Y Triana nos observa, como cuidándonos, desde la otra orilla. No sé qué hablamos mientras paseamos. Sólo sé que desde el puente de San Telmo hasta el puente de Triana (Isabel II, lo siento) vamos conversando, a veces helado en mano. Y caminamos hablando, y riendo. A veces es con el sol en la cara. Todo soleado, cielo azul sin una nube, mientras un día de primavera sevillana nos deleita con olor a azahar, flores por doquier, un barco pasando por la dársena, niños jugando, bicicletas pasando, parejas que se besan en cada banco. Otras veces es con la luna como testigo. La Torre del Oro se torna áurea, como antaño, y Triana, medio a oscuras, parece tener más difícil vernos. Los barcos están amarrados cada uno en su noray, y aunque los niños no juegan por el paseo, sigue habiendo bicicletas paseando. La encantadora noche que hace, junto al olor a jazmín que nos envuelve, hace obligatorio disfrutarlos, y cada pareja, que son las mismas que de día, ahora se besan, refugiadas y al amparo de la oscuridad, no ya en cada banco, que también, sino en cada rinconcito donde la luna no pueda verlos. Y entonces yo no sé si pasear contigo de día o hacerlo de noche… El caso es que nos veo por ahí, paseando, contándonos nuestra cotidianidad, nuestros sueños, nuestros secretos, algún que otro recuerdo que se nos viene a la mente, y siempre sonriendo. No sé si me provocas la risa tú a mí o yo a ti. Pero lo que sí sé es que reímos porque somos felices. Y eso es lo que me importa.

Llegamos al puente de Triana, y me apetece sentarme. Te lo sugiero, y la idea te parece bien. Sentados, frente al Guadalquivir, te tomo casi sin querer de la mano. Es algo inconsciente, sutil, suave, casi sin querer pero queriendo. No sé si tú te das cuenta, pero no parece importarte. Al contrario, tus dedos empiezan a juguetear con los míos. El juego de dedos continúa mientras seguimos charlando, mientras seguimos riendo. Parezco oír algo, como unas indicaciones. Por un momento, dejo de escucharte, para concentrarme en ellas. Y en un instante, cuando me he dejado llevar, lo he comprendido todo. Me están diciendo que te tome firmemente de la mano y te bese sin pensarlo, que no me dirás que no. Imposible. Ellos cuidarán por mí, dicen. El olor a azahar o a jazmín, o los dos, el oro de la Torre, aquellos adoquines, los barcos del río, la hierba donde estamos sentados, las bicicletas que pasan incesantes, el murmullo de besos de otras parejas, Triana, la Esperanza, la Maestranza (siempre atenta a cada movimiento, cual corrida de toros)… Hasta el Altozano, que tan cerquita está, se asoma para asegurarse de que todo sale bien. Yo, absolutamente a merced de Sevilla, agarro firme tu mano. Tengo un momento de duda, y me doy cuenta porque he vuelto a escucharte, aunque no sé qué estás diciendo. Tengo miedo de que no sea la ocasión, que mi beso se vaya al limbo, donde tantos besos llegaron ya… Pero rápidamente esa duda se desvanece, porque he vuelto a no escucharte. Te traigo hacia mí, y una vez cerca de mí, boca frente a boca, siento como a ti también te envuelve lo que sucede alrededor nuestra, pues te has callado y tu respiración se agita. Trémulos mis labios, sellan tu boca con un beso. Y húmedos tus labios, me responden con otro. Ahora somos una pareja más que se besa en un banco. O en un rincón donde la luna no pueda vernos. Aunque está difícil, porque se refleja de tal manera en el río, que nada puede escapar a su luz. Y lo sé porque tus ojitos están muy brillantes, iluminados. ¿O acaso son ellos los que desprenden la luz? Me sorprendo gratamente cuando me doy cuenta de que mi brazo te rodea a la altura de los hombros, y el tuyo me rodea la cintura, y abrazados, somos nosotros los que miramos y observamos a Triana. Entonces es cuando me felicito a mí mismo por haberme atrevido a besarte. Aunque parte del éxito se lo debo a Sevilla.

Pero sobre todo, se lo debo a mi imaginación.

http://www.youtube.com/watch?v=EzKzQ_dAvhQ&feature=related

Ver la vida sin reloj
y contarte mis secretos.
No saber ya si besarte
o esperar que salga solo.

Esta sensación extraña,
que hoy se adueña de mi cara,
juega con esta sonrisa,
dibujándola a sus anchas.

Me desperté soñando
que estaba a tu lado,
y me quedé pensando
qué tienen esas manos.
Sé que no es el momento
para que pase algo...

Yo quiero volverte a ver.

Ni siquiera sé si sientes tú lo mismo...

viernes, 1 de abril de 2011

Yo quiero besarte ("You must remember this...")

Y si te dijera que tengo ganas de ti, ¿qué? Porque en verdad las tengo. Tengo ganas de darte un abrazo, olerte el pelo cuando esté pegado a ti, emborracharme de tu perfume, y luego suavemente, deslizar mi boca por tu cara, besándola, hasta llegar a tu boca. Antes del beso, y mientras nuestras respiraciones se aceleran, te resistes un poco, pero un ligero movimiento mortal con mi dedo pulgar acercando tu boca a la mía es suficiente. Es como si lo estuvieras esperando. Sin ese movimiento, no hay beso. Y luego, ya no paramos. Ya no hará falta ningún acompañamiento con las manos en tu cara para que me des un beso. Ellos vendrán solos. O llegarán, porque tampoco necesitarás moverme la cara para que te bese.

Besarte es algo que deseo hace mucho tiempo. Y cuando lo esté haciendo, ten seguro que te lo confesaré. Porque lo he imaginado muchas veces. Tal y como te he contado es una de las versiones, aunque también hay más. Aquella en la que, tras darle un sorbo a tu copa, me miras a los ojos y luego a la boca y luego a los ojos y luego a la boca y luego a los ojos, te pregunto qué pasa, te me acercas sin decir ni una palabra pero gritándome con los ojos, y posas tus mano en mi cintura, recorres suavemente mi espalda, y tu boca se acerca sigilosa pero firmemente a la mía. Espontáneamente, las dos se ladean en sentidos diferentes, y el beso es ya inevitable. “Esto es lo que pasa”, dices tras separar nuestros labios. Y sonríes. Y sonrío. Y luego ya no paramos. No harán falta más silenciosas miradas a gritos ni manos por mi cuerpo. Los besos pelearán por salir de mi boca para estar en la tuya. Y los tuyos, ardiendo, querrán sofocarse en el infierno de los míos. Pobres y benditos ilusos...

O aquélla en la que hemos quedado para cenar. Tú has ido al servicio, y en ese momento he aprovechado para escribirte unos versos. Y estos versos, créeme, salen solos. No hay que pensarlos. Simplemente fluyen, porque los llevas escritos en tus ojos, tu cintura, tu sonrisa, tu voz, tus caderas y tus andares. Te dejo el manuscrito al lado de tu servilleta, para que cuando vuelvas, lo veas. Lo ves, y me preguntas qué es. Mi respuesta es escueta: “léelo”. Sí, es escueta, pero está aliñada con un cuartito de ilusión, medio cuarto de ganas de ti, una miaja de picante y azúcar, y una sonrisa. Eso sí, como cualquier cocinero, aunque estoy seguro de mi plato, no sé qué pensará el cliente, por lo que también tiene como aderezo una pizca de miedo a tu reacción. Y eso a pesar de que es “mi beso”… Lo lees, sonríes porque te gusta, me miras, y me das las gracias. Y me vienes a dar un beso en la cara. Me lo das y te vuelves a tu sitio. Pero algo raro ha pasado… Aún así, acabamos de cenar. Al terminar, y de vuelta a casa, me dices que si tenía pensado lo que te escribí. Mirándote a los ojos, te digo que no, que se me ocurrió en ese preciso momento. Tanto los versos como el hecho de escribírtelos y regalártelos. Me respondes la mirada, les pego un par de martillazos y te clavo aún más mis ojos, te agarro de la cintura de una manera segura al tiempo que sutil, y te lanzo un beso que va directamente a la diana que me dibujan tus labios. Rápido, fugaz, pero con los mismos ingredientes que el manuscrito: espontáneo, ilusionado, deseándote, picantito y dulzón, pero sin sonrisa al final, porque aunque esté contento, estoy muerto de miedo. Y a pesar de eso, aún no te soltado la cintura ni he dejado de clavarte la mirada. Supongo que porque pienso que si me vas a matar, que sea a quemarropa. Pero si por el contrario me vas a besar, quiero estar lo más cerca posible cuando eso suceda. Me respondes a quemarropa, pero con un beso tan suave y dulce que al pensarlo hasta lo saboreo. Y luego ya no paramos. No hará falta más espontaneidad en forma de versos. Porque los besos serán ahora la espontaneidad, pero también serán buscados, aquí y allá. Te provocaré hasta que me des los besos que salen de tu boca pero que son míos. Y no me resistiré cuando te vea sonreír, o te vea ponerte el pelito detrás de la oreja, o te vea. O simplemente te vea. Porque cuando te vea, te besaré. Y entonces brindaremos por aquel beso que yo me atreví a darte, y que hace posibles estos besos nuevos. Y ya nunca te arrepentirás de no haberme dado el beso que realmente querías darme, aquel que quiso nacer de tu boca para vivir en la mía, cuando leíste lo que te escribí. Porque te digo que es que aquella noche no tenías fina la puntería. Y entonces me das un beso. “Para comprobar cómo la tengo hoy”, dices. “Perfecta”, te respondo…

Y si te dijera que tengo ganas de ti, ¿qué?

You must remember this:
a kiss is still a kiss,
a sigh is just a sigh.
The fundamental things apply
as time goes by

http://www.youtube.com/watch?v=XlHjg57aZK0

sábado, 12 de marzo de 2011

Y sin saberlo empecé a quererte

Sin darme cuenta y sin saberlo, empecé a quererte.

Nunca me ha importado el color de tus ojos, si tus manos son suaves o si tu voz es dulce. Porque no importa de qué color sean unos ojos si la mirada que te dirigen está impregnada por el amor; porque no importa cuán suaves sean unas manos cuando éstas no quieren hacerte daño, tan sólo quieren acariciarte y sentirte; porque no importa lo dulce o grave que sea una voz si lo que dice es un te quiero, de esos que se regalan sin dilación alguna, pero que salen directamente del corazón.

Nunca me ha condicionado de dónde venías, tu edad o tu nombre. Porque la procedencia de alguien es una minucia cuando su destino eres tú; porque es cierto que en el amor la edad no existe, ya que la edad es una medida que hemos inventado para decirle a alguien viejo y joven; porque un nombre es eso, un nombre, la más importante de las etiquetas que ponemos, pero sólo una mera etiqueta.

Nunca he tenido en cuenta ni tu altura ni tu anchura ni tu sonrisa. Porque la altura y la anchura de alguien no definen el tamaño de los cosas que sentimos; porque una sonrisa, cuando es de verdad, siempre es bienvenida.

Siempre he confiado en tu palabra, siempre he sabido que lo que haces es por mi beneficio y siempre me has sido fiel. Porque casi todo lo que dices es lo que yo entiendo por verdad; porque, aunque algunas veces tarde, me he dado cuenta del desinteresadísimo amor que me profesas; porque nunca has dudado ni un instante de mí y jamás me has abandonado, pasara lo que pasara.

A veces te has aguantado las ganas de gritarme, arrearme un guantazo, castigarme, dejarme sin comer u obligarme a hacerlo (que no sé qué es peor), darme órdenes, has sonreído cuando he hecho alguna travesura, me has esperado fuera la hora que fuera y aunque llegara muy tarde, y has perdido tu tiempo para dármelo a mí. Me has llevado por bandera presumiendo de mí cuando yo nunca he hecho nada reseñable, y delante de tus amigos se te ha llenado la boca cuando has pronunciado mi nombre. Has intentado siempre llevarme por el camino definido por la libertad, el respeto y las buenas acciones. Me has dado sin que te pida, y si algo me robaste fue el corazón. Has hecho cosas estúpidas sólo para hacerme reír, y cuanto más reía yo, más te reías tú. Has sido, sin pedírtelo, un apoyo constante en todo lo que se me ha ocurrido hacer, siempre por detrás, en la sombra, sin hacer ruido, pero siempre ahí.

Has visto cómo he jugado, reído, comido, llorado, enfadado, dormido, peleado, discutido, abrazado, besado, pensado, extrañado, gritado, enseñado, aprendido, hablado, susurrado, asustado, alegrado, querido, bañado, desnudado, vestido. Has visto todo de mí, y lo que no has visto, los has sabido porque me conoces. Y lo que no has sabido lo has supuesto, y si no te ha gustado, nunca jamás me lo has reprochado. Y aún así, pese a saberlo todo de mí, me has seguido amando, queriendo, apoyando.

Y a cambio de tanto, a cambio de todo lo que has hecho por mí, sólo me pides un beso y que te diga que te estoy bien.

Pues te mando un beso, y te digo que te quiero. Y te digo que te quiero y te mando un beso. Y aunque no las vas a aceptar, te doy las gracias por hacerme sentir que puedo hacer lo que quiera en esta vida. Te quiero agradecer el que siempre, pase lo que pase, y sin preguntar, has estado, estás y seguro estarás para darme tu hombro para llorar y tu sabiduría para enseñarme todas las cosas que no sé, que todavía son muchas.

Y porque esto lo he escrito pensando en los dos, quería decíroslo personal e individualmente. Pero quería deciros lo mismo.

Un beso, papá. Te quiero. Un beso, mamá. Te quiero.

Y sin darme cuenta y sin saberlo empecé a quererte. Y desde ese instante, ya no puedo parar.

http://www.youtube.com/watch?v=PMNDbvcLr5k

"Quiero decirte chiquilla
que la mitad de los besos
y más de cuatro te quiero
hoy te los doy en coplillas.

Antes que llegue ese día,
que algún dia llegará,
guárdate en un rinconcito
dos cositas de este niño
que creció sin avisar.

Antes que no pueda verte
deja que bese tu frente
tus manos de biberones,"

http://www.youtube.com/watch?v=-5yo90y30l8

"Un amigo-amigo no te dice
un amigo está pa algo.
Un amigo-amigo está contigo
en los momentos más amargos.

Un amigo-amigo de verdad
no dice quiero ser tu amigo,
pero si es tu amigo de verdad
tu muerte la muere contigo"

viernes, 25 de febrero de 2011

O eso creo

Te veo, te oigo, te toco, incluso te huelo. O eso creo.

Te compro una rosa y la pongo en tu cama, y te escribo un poema y te lo dejo debajo de tu almohada. Con la rosa sonríes, y me dices que no hacía falta. Me besas y me abrazas. Para mí eso sobraba: me bastaba ver tu cara y tu sonrisa, tan ilusionadas. Pero ya has empezado, y ya no puedo resistirme a tu sabor. Te beso, te acaricio, te susurro al oído, despacito, y en mitad de mi sonrisa descubro la tuya. Me dices que quieres acostarte, y yo, esperando a que descubras lo que te dejé, no pongo ningún reparo. Al revés, estoy deseándolo. Apartas las ropas de la cama casi con la misma suavidad con que me acariciabas hacía un momento. Te metes en la cama, yo te beso, y te digo hasta luego, y tú acomodándote en la cama, metes la mano debajo de la almohada, y descubres algo. Te extrañas, pero yo no puedo evitar que se me escape una sonrisa. Ases la cosa desconocida, y la sacas de su escondrijo. Descubres que es un papel. Y mientras me miras con los ojos tan brillantes que iluminan a los míos me preguntas qué es y si es para ti. Te digo que claro, que para quién si no, y que si quieres saber lo que es, sólo tienes que abrirlo. Ríes, y desprendes más ilusión incluso que con la rosa, pero ni mucho menos me molesta eso. Abres el papel, con un par de dobleces, y lees en voz baja lo que hay escrito, pero rápidamente me pides que te lo lea. Yo, gustosamente, acepto tu petición, y casi sin mirar el papel, comienzo a hablar, tembloroso de pura pasión:

Por ser mi compañera en mi viaje,
Darme tu alegría, ganas de vivir,
Por tu vida conmigo querer compartir,
Siempre has hecho liviano nuestro equipaje.

Y si de un beso mío
Depende que te sientas mejor,
Si es tu medicina para el dolor,
No dudes que te besaré, pues no porfío.

Y si siendo durante este viaje su compañera
Asegurarte la felicidad este de aquí no puede,
La intentará alcanzar hasta que más no quede,
Pues de besos piensa llenarte entera.


Mientras termino la última línea te miro, y de repente, se te escapa una lagrimilla que se resbala por tu mejilla hasta llegar a tu boca, y mis labios, los tuyos, y la lágrima en medio, crean un beso por siempre recordado. No por dónde, ni por cuándo, sino por su sabor. Salado, pero dulcísimo.

Pero no, nuevamente he vuelto a soñarte. Sólo te pienso, te imagino, te idealizo.

Y sin embargo, yo te veo, yo te oigo, yo te toco, incluso yo te huelo.

O eso creo…

http://www.youtube.com/watch?v=-GrcvlD4QPQ&feature=related

"Sueño con los ojos abiertos,
puede que pienses que estoy loco
porque me creo lo que sueño.

Qué hay de malo en perseguir los sueños.
Qué hay de malo en soñar despierto.

Son los sueños realidad o sueños.
Es la realidad verdad o un sueño."

lunes, 21 de febrero de 2011

Porque estoy ávido de ti

Estoy ávido de ti.

Porque quiero una proposición para dar un paseo. Porque quiero enfadarme porque no llegas a tu hora. Porque quiero ese beso de bienvenida, tanto darlo como recibirlo, y que se me quite el enfado al ver que has tardado para poder ponerte tan guapa. Porque quiero dar ese paseo. Porque quiero sostener tu mano mientras paseamos. Porque quiero esa charla, desenfadada, alegre, que parece ser tan superflua pero que en realidad es pura sinceridad y cariño. Porque quiero esa risa en mitad de la charla. Porque quiero tus ojos brillantes que me escuchen. Porque quiero tu abrazo en mitad del paseo, que es verdadero por espontáneo. Porque quiero tu risa risueña que se ría y sonría. Porque quiero un banco donde sentarnos y besarnos. Porque quiero ver desde ese banco, en silencio y cogidos suave pero confiadamente de la mano, el anochecer más bonito del mundo, que no es otro que el de ese mismo día, y que es el más bonito por estar contigo. Porque quiero tu susurro que no busca más que una sonrisa fundida en más besos. Porque quiero acariciarte la carita, dándote nada más que una muestra de la ternura que despiertas en mí. Porque quiero sentir cómo me toca tu ilusión de estar junto a mí. Porque quiero que escuches mis ganas de ti a través de mis miradas. Porque quiero volver a casa otra vez de la mano contigo, con otro abrazo, con más cotidianidad hablada, y con más besos. Y con otro banco, por qué no. Y las risas que no falten, por favor. Ni las sonrisas. Porque quiero llegar a tu portal, un poco más tarde de lo que acordamos en un principio, y darte un beso. Porque quiero decirte hasta mañana, y que mañana te llamaré. Porque quiero que cuando entres en tu portal, ya sola, a mitad del camino mires hacia atrás y sonrías, mientras yo te sonrío a través del cristal y te despido con la mano. Porque quiero sentirme afortunado y feliz mientras vuelvo a casa, ya solo, y a mitad del camino mirar a tu portal, y sonreír, aunque tú ya no estés allí para responderme. Porque quiero esa noche dormirme pensando solamente en que nazca un nuevo día sólo para volverte ver. Porque una vez despierto, quiero llamarte para dar un paseo...

Porque estoy ávido de ti. No sé quién serás. Quizás aún no te conozco. O puede que ya te conozca. Yo lo único que sé es que estoy ávido de ti. Y tengo guardadas muchas cosas para ti.

http://www.youtube.com/watch?v=w6NwGXcCO88

"Pero es que a la primera persona que me ayude a sentir otra vez
pienso entregarle mi vida, pienso entregarle mi fe,
aunque si no eres la persona que soñaba para qué
(¿qué voy a hacer? nada)."