sábado, 24 de marzo de 2012

Leyendo

Sobre el libro que me escribiste se han derramado muchas lágrimas. Ahora su lectura es dificultosa, pues las palabras están deformadas. Lo que antaño era una plácida y placentera lectura, se ha convertido en un tortuoso y calamitoso esfuerzo. La encuadernación se ha estropeado bastante, y para pasar las páginas hay que hacerlo muy cuidadosamente, pues se corre el riesgo de romperlas. El título, flamante y brillante, ahora es mate. Muy mate. Su viveza se ha apagado, y el leerlo ya no te fuerza a averiguar qué se esconde tras él. El fresco perfume que destilaba al hojearlo ha dejado su lugar a un rancio olor que invita a simplemente ojearlo. Sus esquinas, ángulos rectos perfectos, ahora aparecen dobladas. Sus blancas páginas, donde la negra tinta relucía, se han vuelto amarillentas. Incluso muchas están pegadas, no sé cómo ni con qué, con la siguiente.

Quiero leerte. Y no sé cómo. Quiero saber qué me cuentas. Y no sé cuándo. Quiero que me hagas sentir. Y no sé por qué. Quiero tenerte en mi mesita de noche, y compartir la tenue luz que el lector necesita. Y sí sé qué más.

Pero eso te contaré en otro capítulo.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Haciendo efecto

Aún perdura ese efecto. Sigue en mí. Lo sé porque a veces siento tus labios. Lo sé porque hay veces en que oigo tu voz. Incluso hay veces en que te huelo. Qué íntimo es oler a alguien. Tan íntimo, que empieza en tu nariz y te llega al alma, en un implacable efecto mariposa. Así lo sienten mis cimientos. Como si de los mejores efectos especiales se trataran, cada vez que algo de aquello sucede me tambaleo y  mi corazón da un triple salto mortal con tirabuzón inverso, mientras la explosión de júbilo da paso a la no menos espectacular tormenta de dura realidad. Pero, efectivamente, no los son. Y simplemente es la pura verdad.

Sentir afecto es mi defecto, pues siempre, y sin querer, tiro con efecto, y es por eso que nunca surte efecto. Y es que, en efecto, no soy eficaz. Cual efecto invernadero, efectuose tal efectismo, que efectivamente, al entregar mis efectos personales lo hago de forma afectuosa, pero por la respuesta, parece que es defectuosa. Pero no puedo hacer efectiva una devolución de lo entregado, porque siempre pago en efectivo.

Efectivamente, tanto afecto es un defecto. Y eso me afecta.