Sobre el libro que me escribiste se han derramado muchas lágrimas.
Ahora su lectura es dificultosa, pues las palabras están deformadas. Lo que
antaño era una plácida y placentera lectura, se ha convertido en un tortuoso y
calamitoso esfuerzo. La encuadernación se ha estropeado bastante, y para pasar las
páginas hay que hacerlo muy cuidadosamente, pues se corre el riesgo de
romperlas. El título, flamante y brillante, ahora es mate. Muy mate. Su viveza
se ha apagado, y el leerlo ya no te fuerza a averiguar qué se esconde tras él. El
fresco perfume que destilaba al hojearlo ha dejado su lugar a un rancio olor
que invita a simplemente ojearlo. Sus esquinas, ángulos rectos perfectos, ahora
aparecen dobladas. Sus blancas páginas, donde la negra tinta relucía, se han
vuelto amarillentas. Incluso muchas están pegadas, no sé cómo ni con qué, con la
siguiente.
Quiero leerte. Y no sé cómo. Quiero saber qué me cuentas. Y no
sé cuándo. Quiero que me hagas sentir. Y no sé por qué. Quiero tenerte en mi
mesita de noche, y compartir la tenue luz que el lector necesita. Y sí sé qué más.
Pero eso te contaré en otro capítulo.
1 comentario:
me encanto!!no se si significara lo que creo pero a mi me recuerda a un antiguo amor que tuve.muy identificado con esta entrada.
saludos
Publicar un comentario